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Tera. Niger. Noviembre 2012.
Danos más Fe.
Rafael Marco, SMA
 
 

Siempre oí hablar con cierta envidia del "Mini-Concilio" de Niger que tenía lugar todos los años y que reunía a los hermanos del fin del mundo que andaban por Arlit, muy cerca de Argelia, las hermanitas de Foucauld, de Agadez, que dejaban a buen recaudo su rebaño de cabras por unos días, ¿dónde lo dejarían?, las hermanas de la Asunción de Tchirozerine, a un paso del macizo del Aïr, seglares enfermeros, maestros, catequistas de Tahoua o de Zinder, misioneros redentoristas de Dolbel, Dogondutchi o Maradi, Padres Blancos… viviendo en minúsculas comunidades dispersas entre el páramo y el desierto, a miles de kilómetros unos de otros, unidos por unos arenales sin fin, suaves a los pies que son los que hacen al hombre, dice un proverbio songay. Es arena lo que ponen las hermanitas de Foucauld en el suelo de sus humildes capillas por donde pasan sin cesar las caravanas de gentes andariegas e inquietas.

Una Iglesia jovial y peregrina con sus alforjas livianas sobre unos burritos incansables, de la estirpe de Platero, que se encontraba durante unos días para celebrar, compartir experiencias de los oasis del inmenso Teneré, de las comunidades florecientes gurmanchés, de los destellos sorprendentes que surgen del pueblo hausa o del vigor y frescura de la iglesia que nace entre los descendientes del antiguo imperio songay. Evaluar las relaciones con el Islam que quieren ser amistosas y hasta fraternas. Estudiar y ampliar la actuación de Caritas que pretende seguir las huellas, échales un galgo, de los tuareg y peul que no cesan de deambular por sus rutas misteriosas. Rezar y cantar juntos en todas las lenguas de los cuatro puntos cardinales una oración confiada que suba hasta el cielo siempre estrellado y se expanda por los corazones de los hombres, de todos los hombres, los transforme y fertilice. Rafael.

 

 

Recuerdos que ahora se tornan realidad

Es la iglesia que conocí en mis peregrinaciones, sedienta siempre de agua, en la misión de Niamey tenían unos vasos de medio litro, agua fresca que dejaba el cuerpo agradecido. Aquí nos convertíamos en camellos con los ojos perdidos en la llanura que tenemos previsto recorrer, una llanura inmensa, un mar que se mueve y espera.

Son recuerdos y añoranzas que ahora se tornan en realidades contantes y sonantes con el esplendor de la vida. Ahora formo parte de este "Mini-Concilio" o asamblea diocesana, más pragmático, y se me despejan los halos y nostalgias. Vengo de Tera con Isidro y dos seglares representantes de la comunidad, Constant y Richard, y nos encontramos con una multitud de personas que representan parroquias, organismos diocesanos, colegios, dispensarios, escuelas, comunidades de todos los colores, ciento treinta y siete participantes nos dicen...

Una iglesia que crece poco a poco

La Iglesia que conocí hace treinta años se ha transformado. En la ciudad de Niamey había una sola parroquia, la catedral, y hoy son ¿diez?. Antes, la mayor parte de las comunidades las constituían gentes venidas de Benin, Togo, Burkina y eran muy pocos los nigerinos. Hoy se va constituyendo un clero local y casi todas las instituciones de la iglesia están dirigidas por personal autóctono. Caritas se ha transformado en un organismo enorme que recibe y distribuye ayudas sorprendentes. Hay varios colegios y escuelas diocesanos que imparten la mejor enseñanza del país, centros de salud, centros de formación femenina…

La Iglesia, que ha sabido conservar hasta hoy el cariño y respeto del pueblo nigerino, se ha hecho más compleja, se ha desarrollado mucho, por lo menos en sus instituciones, y se parece cada día más a la iglesia de cualquier parte de África. Josep me da a entender que ha perdido de su profetismo, que se institucionaliza y da vueltas sobre sí misma, que está apuntando un clericalismo romo y administrativo que se hace pesado y le impide volar, "lo más pior" para unos discípulos de Jesús que pretenden…bueno, pretenden poca cosa: vivir, convivir y descubrir con los musulmanes, nuestros hermanos musulmanes, la acción de Dios en la vida del hombre y el impulso de amor e ilusión que engendra en nuestros corazones, ese toque especial, un fermento que nos transforma y nos hace confiar en un futuro que construimos juntos. Muy lejos, desde luego, de aquello que se nos decía de que "fuera de la Iglesia no había salvación".

Incrementar los lazos de amistad con el mundo musulmán

El mundo musulmán está siempre presente en nuestra iglesia, no puede ser de otra manera, representa el 95% de la población. En el frontispicio del altar de la catedral de Niamey hay un bajorrelieve que representa el sacrificio que Abraham, el padre de los creyentes, ofrece a Dios: su hijo Isaac, como un saludo, un gesto fraterno hacia los descendientes de Mahoma. Los debates y reflexiones de nuestra asamblea han tratado fundamentalmente sobre nuestras relaciones con ellos, cómo intensificarlas e incrementar los lazos de amistad y confianza al mismo tiempo que profundizamos en nuestra fe, es el año de la fe, y las implicaciones que lleva consigo.

Os contaba que hace unas semanas, en reacción a aquella famosa película anti-islámica, saquearon la iglesia de Zinder. Varias semanas después, la comunidad cristiana fue recibida en la mezquita por toda la asamblea y se les pidió perdón por los ultrajes recibidos, se les aseguró que esa actitud no es propia del Islam y se les brindó amistad y solidaridad.

Todos hemos cambiado en treinta años. Los misioneros que conocí en Niger en aquella época han desaparecido la mayoría de ellos. Queda la sonrisa luminosa de alguna hermanita de Foucauld que han tenido que dejar sus comunidades de Agadez y el desierto a causa de la edad y de los esbirros de Al Qaeda que nos roban los caminos y espacios. Ya no podemos salir con libertad.

Es posible que Josep dé en el clavo con sus reflexiones. Seguramente. Pero me digo que todos hemos ido perdiendo algo de ese paso andariego, alegre y tunantón con el paso de los años, alguna amargura que otra y cansancio. Hay que recuperarlo para vivir y convivir. Queda siempre esa sonrisa de las hermanitas, la llamada de los grandes espacios con sus caminos de mar y la confianza que pone en nosotros la gente sencilla y humilde que nos invita a actuar como Jesús: "para que tengan vida y la tengan en abundancia"

Rafael Marco. SMA