|
Recuerdos que ahora
se tornan realidad
Es la iglesia que conocí en mis peregrinaciones,
sedienta siempre de agua, en la misión de Niamey tenían
unos vasos de medio litro, agua fresca que dejaba el cuerpo
agradecido. Aquí nos convertíamos en camellos con los ojos
perdidos en la llanura que tenemos previsto recorrer, una
llanura inmensa, un mar que se mueve y espera.
Son recuerdos y añoranzas que ahora se
tornan en realidades contantes y sonantes con el esplendor
de la vida. Ahora formo parte de este "Mini-Concilio" o
asamblea diocesana, más pragmático, y se me despejan los
halos y nostalgias. Vengo de Tera con Isidro y dos seglares
representantes de la comunidad, Constant y Richard, y nos
encontramos con una multitud de personas que representan
parroquias, organismos diocesanos, colegios, dispensarios,
escuelas, comunidades de todos los colores, ciento treinta
y siete participantes nos dicen...
Una iglesia que crece
poco a poco
La Iglesia que conocí hace treinta
años se ha transformado. En la ciudad de Niamey había una
sola parroquia, la catedral, y hoy son ¿diez?. Antes, la
mayor parte de las comunidades las constituían gentes venidas
de Benin, Togo, Burkina y eran muy pocos los nigerinos.
Hoy se va constituyendo un clero local y casi todas las
instituciones de la iglesia están dirigidas por personal
autóctono. Caritas se ha transformado en un organismo enorme
que recibe y distribuye ayudas sorprendentes. Hay varios
colegios y escuelas diocesanos que imparten la mejor enseñanza
del país, centros de salud, centros de formación femenina…
La Iglesia, que ha sabido conservar
hasta hoy el cariño y respeto del pueblo nigerino, se ha
hecho más compleja, se ha desarrollado mucho, por lo menos
en sus instituciones, y se parece cada día más a la iglesia
de cualquier parte de África. Josep me da a entender que
ha perdido de su profetismo, que se institucionaliza y da
vueltas sobre sí misma, que está apuntando un clericalismo
romo y administrativo que se hace pesado y le impide volar,
"lo más pior" para unos discípulos de Jesús que pretenden…bueno,
pretenden poca cosa: vivir, convivir y descubrir con los
musulmanes, nuestros hermanos musulmanes, la acción de Dios
en la vida del hombre y el impulso de amor e ilusión que
engendra en nuestros corazones, ese toque especial, un fermento
que nos transforma y nos hace confiar en un futuro que construimos
juntos. Muy lejos, desde luego, de aquello que se nos decía
de que "fuera de la Iglesia no había salvación".
Incrementar los lazos
de amistad con el mundo musulmán
El mundo musulmán está siempre presente
en nuestra iglesia, no puede ser de otra manera, representa
el 95% de la población. En el frontispicio del altar de
la catedral de Niamey hay un bajorrelieve que representa
el sacrificio que Abraham, el padre de los creyentes, ofrece
a Dios: su hijo Isaac, como un saludo, un gesto fraterno
hacia los descendientes de Mahoma. Los debates y reflexiones
de nuestra asamblea han tratado fundamentalmente sobre nuestras
relaciones con ellos, cómo intensificarlas e incrementar
los lazos de amistad y confianza al mismo tiempo que profundizamos
en nuestra fe, es el año de la fe, y las implicaciones que
lleva consigo.
Os contaba que hace unas semanas,
en reacción a aquella famosa película anti-islámica, saquearon
la iglesia de Zinder. Varias semanas después, la comunidad
cristiana fue recibida en la mezquita por toda la asamblea
y se les pidió perdón por los ultrajes recibidos, se les
aseguró que esa actitud no es propia del Islam y se les
brindó amistad y solidaridad.
Todos hemos cambiado en treinta
años. Los misioneros que conocí en Niger en aquella época
han desaparecido la mayoría de ellos. Queda la sonrisa luminosa
de alguna hermanita de Foucauld que han tenido que dejar
sus comunidades de Agadez y el desierto a causa de la edad
y de los esbirros de Al Qaeda que nos roban los caminos
y espacios. Ya no podemos salir con libertad.
Es posible que Josep dé en el clavo con
sus reflexiones. Seguramente. Pero me digo que todos hemos
ido perdiendo algo de ese paso andariego, alegre y tunantón
con el paso de los años, alguna amargura que otra y cansancio.
Hay que recuperarlo para vivir y convivir. Queda siempre
esa sonrisa de las hermanitas, la llamada de los grandes
espacios con sus caminos de mar y la confianza que pone
en nosotros la gente sencilla y humilde que nos invita a
actuar como Jesús: "para que tengan vida y la tengan en
abundancia"
Rafael Marco. SMA
|